miércoles, 30 de noviembre de 2016

La Pacifica Colonia III de Francisco Herrera Luque.

  






El presente escrito aparece en uno de los capítulos del libro, La Historia Fabulada del escritor Francisco Herrera Luque. En el se reflejan ciertos hechos históricos que se repiten en la actualidad venezolana. El libro esta redactado en formato para radio y se trascribe tal cual aparece en la edición del mismo de 1981

AUTOR: Todo lo que iba desde comienzos del siglo hasta la muerte de Ponte y Hoyos en 1705 fue de contienda. La Guerra de sucesión española, provocada por la muerte de Carlos II de España, sembró discordia entre sus súbditos e incendio el conflicto bélico entre las potencias europeas Luis XIV de Francia, impuso a su nieto en el trono de san Fernando. En 1702, a los dos años de su reinado, estallo la célebre guerra que habría de prolongarse hasta 1713. Durante estos años, y por muchos que los siguieron. Venezuela, al igual que España, entro en bancarrota.

NARRADOR: Entorpecida la navegación colonial no había modo de exportar el cacao, nuestra gran fuente de riqueza.

Voz 1: El tesoro público esta como talón de lavandera.
Voz 2: Hay despidos masivos de los empleados de la corona.
Voz 3: La deuda interna asciende a más de 500.000 reales.

NARRADOR 1: Lo que era una cifra cuantiosa para la época. Los ingresos de Venezuela a fines del siglo XVII eran de 4 millones de reales. El cacao que había llegado a valer 400 reales la fanega, se cotiza a 64, a pesar de que en Europa alcanza valores astronómicos. La harina se cotiza a cuarenta reales, cuando su precio normal es de 12. No hay vinos.

NARRADOR 2: En 1706, después de cuatro años, llegó el primer barco de España para traer al nuevo gobernador don Fernando de Rojas y los vivos resuelven parcialmente el problema haciendo negocios con los holandeses de Curazao. Les venden cacao y les compran mercaderías que revenden a precios usurarios. En la peor de las crisis económicas hay siempre rendijas para hacerse rico. El contrabando y la bolsa negra son caminos expeditivos. El acaparamiento y la especulación son otros.

NARRADOR 1: La gente en aquellos tiempos no era tan diferente. De modo que mientras muchos morían de hambre otros se enriquecían.
NARRADOR 2: En esos años hubo de importarse maíz.
Voz 1: Igual que en estos años.
NARRADOR 2: Hay misteriosa carestía de carne…
Voz 1: Igual que en estos años.
Voz 2: Esas son mamaderas de gallo de ustedes.
Voz 1: Si no nos cree lee el libro de Arcila Faria, sobre Economía Colonial.
NARRADOR 1: No hay nada nuevo bajo el sol…

Voz 1: La historia se repite… a veces en sus más mínimos detalles.
Voz 2: Imagínese que en esa época el Ecuador – como está sucediendo ahora con el petróleo – comenzó a competir con nosotros en la venta de cacao.
Voz 1: Y los ricos tenían casa en Curazao.
Voz 2: Como tienen ahora apartamentos en Miami…

NARRADOR 2: Como si fuera poco llego como gobernador el 6 de julio de 1711, cien años justos antes de la independencia, Francisco de Cañas y Merino. Llamado también El Africano, por ser natural de Marruecos.

Voz 1: Era un monstruo de frente y de perfil.
Voz 2: Tenia algo de galeote, de burro lascivo y de picaron.

NARRADOR 1: Sus áulicos y consejeros eran de la peor ralea. (Ambiente del mercado)
Voz A: No se junta sino con malandrines y rabisalseras…su casa de gobernador es garito, burdel y cuartel.

Voz B: Vigila las costas como un perro fiero para impedirnos comerciar con los holandeses.
Voz C: Reservándose para si la exclusiva. Él y sus socios son los dueños de los almacenes donde se venden las cosas de primera necesidad y a niveles inconcebibles.
Voz D: Es un truhan. (Golpes de hacha contra un árbol)
Voz A: Pero qué hace ese hombre derrumbando esa ceiba que data de los tiempos de Garcí Gonzales.
Voz B: Averigüémoslo ya.

HOMBRE DEL PUEBLO: Son órdenes del gobernador. Su señoría ha ordenado derribar todos los arboles de la ciudad.
Voz A: ¿Pero ese hombre está loco?
HOMBRE DEL PUEBLO: Yo no sé qué decirle, pero la verdad es que lo parece. Según él, esos árboles y que son la causa de todas las fiebres que asolan a Caracas. Dice que en su tierra no hay árboles ni tampoco fiebres.
Coro: ¡Maldito Africano!

NARRADOR 1: Y por esa razón, como escribió Guillermo José Schaell, Caracas no tuvo en lo sucesivo – como es palpable en nuestros días – los frondosos bosques de árboles varias veces centenarios que se encuentran en las inmediaciones de cualquier ciudad del mundo.
NARRRADOR 2: En aquellos tiempos la ronda de la plaza Mayor era el sitio más exclusivo de la sociedad de Caracas. Una especie de club que a la caída de la tarde servía de paseo y encuentro a los nobles de la ciudad.
Voz A: Buenas tardes, señor Marqués…
Voz B: Muy buenas las tenga, señor coronel…

Mujer 1: Adiós, Felicia.
Mujer 2: Adiós, mijita, mañana tendremos que hablar.
Voz B: Pero, ¿Qué es aquello que veo allá? ¿Es que me engañan mis ojos?
Voz A: No os engañan, señor marques, es el mismo belitre del gobernador acompañado por su concubina, la pérfida Teresona.
Voz B: Esto es inaudito… ¡Qué atrevimiento!
CORO DE VOCES: Tenéis razón. Esto no se puede aguantar. Es una afrenta a las buenas costumbres.
Voz A: Abandonemos todos este recinto  y dejémosle solo con su barragana.
CORO DE VOCES: Así es, así…

CAÑAS Y MERINO: Mirad Teresona a los nobles de Caracas dándonos un plantón…pero ya verán los muy bellacos en que les voy a transformar el paseo de ronda.
NARRADOR: Cañas y Merino invento en la Plaza Mayor raros deportes (maullidos de gato y cantos de gallo) como fueron las carreras de gatos (*) y que jinetes al galope cortasen la cabeza a gallos enterrados hasta el cuello.
(Galopar de caballos, zumbido de espada, gritos de júbilo, aplausos.)  
NARRADOR: Los desafueros de cañas y merino colmaron la paciencia de los caraqueños un martes de Carnaval. Ese día, como ahora, se jugaba carnaval con agua y azulillo. Véase cuan vieja es la costumbre. Cañas y Merino participaba festivo y borracho del carnaval cuando al pasar frente a una casa una jovencita, casi una niña, le echo un balde de agua. El africano se lanzó tras la criatura. (Gritos de niña y carcajadas de borracho)
NARRADOR: Y tomándola en vilo (galope) se la llevo a las orillas del Guayre, donde la violento en vista de la multitud. Fue demasiado. Los alcaldes de la ciudad precediendo al pueblo (efecto consiguiente), se le fueron encima y a punta de cañón lo hicieron preso, enviándoselo al rey cargado de cadenas. Esto sucedió en el año de 1714.

AUTOR: Cañas y Merino fue condenado a muerte, salvando la vida por la amnistía general que dio el Rey ese año, por el nacimiento del Príncipe de Asturias. La guerra de sucesión, que había terminado el año anterior, siguió haciendo sentir su efecto sobre la economía. El primer barco procedente de España llego en 1720, el mismo año en que los capitulares (asonada) depusieron con tintes de guerra civil al gobernador don Marcos Betancourt. Tres años más tarde hicieron otro tanto con el nuevo Gobernador Diego de Portales y Meneses. En 1728 le toco a su colega Lope Carrillo de Andrade. Porque les negó el privilegio de ir al Cabildo con sombrillas. Asilado en el Convento de la Merced (campanas) lo encontró el nuevo Gobernador Sebastián García de la Torre, llegado a Venezuela en 1730 con los primeros barcos de la compañía Guipuzcoana, (oleaje) que como es bien sabido serán fuente de constante conflicto con criollos, hasta el punto de impulsarlos definitivamente hacia la independencia de España. Cabe preguntarse ante todos estos hechos. ¿Puede llamarse pacifica esta era de nuestra historia? Si cruenta fue la conquista, terrible la independencia y convulsiva la República, sería absurdo haber tenido una pacífica colonia. ¿No les parece?              
     

     
Nota del Transcriptor (*): A los gatos se les colocaban cacerolas amarradas en la cola, al estruendo de los caballos se provocaba la desbandada de los animales y el ruido de las cacerolas los hace enloquecer, los jinetes perseguían con sus látigos a los gatos.

Francisco Herrera Luque, La Historia Fabulada (pomaire, 1981) 

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